Después de realizar un trabajo de crecimiento personal profundo, me di cuenta de cual era mi personaje y de cómo este me influía en todas mis decisiones y en cómo enfocar y ver mi vida, naturalmente sin yo ser nunca consciente de ello.
Mi personaje era mi “zona de confort”, donde yo me sentía a gusto y tranquila. Esto no quiere decir que la situación fuera agradable, pero como la situación era “conocida” me sentía cómoda, pues ya sabía lo que normalmente ocurría y cómo manejar y afrontar esa situación.
Pero entonces un buen día todo este trabajo profundo de crecimiento personal empieza a dar sus frutos, parece que ya estoy preparada para ver las cosas. Empiezo a ver lo que antes no veía, a darme cuenta de cómo actuaba, de mis roles, de mis creencias limitantes, de mi manera de actuar para conseguir las cosas, en definitiva, mi personaje ha caído como un disfraz que llevaba puesto desde siempre pero que ahora ya me aprieta, me oprime, no me gusta y ya no quiero ni puedo llevarlo puesto por más tiempo.
Pero entonces llega el gran vacío, el gran miedo, porque si yo ya no soy aquel personaje, entonces ¿quién soy yo en realidad? Siento que en cierta manera es como pasar un duelo, porque de hecho he dejado de ser aquella persona que era y, por lo tanto, una parte de mi a muerto.
Atravesar este vacío es el gran reto. No estamos acostumbrados a soltar, a dejar ir y a desprendernos de las cosas, más bien al contrario. Estamos acostumbrados a ir acumulando más y más cosas hasta que ya no podemos más.
Pero el camino está en dejar ir lo antiguo, soltar lo que ya no me sirve, revisar mis creencias, revisar lo aprendido y cuestionarlo, confiar en mi instinto que me guía y así poco a poco ir descubriendo quien soy y que quiero hacer en mi vida y sobretodo confiar, confiar plenamente en el proceso mismo.
Una vez leí una frase que me conmovió: “Nadie está de más en esta vida. El Universo nunca se equivoca y todos tenemos nuestro lugar”. Es exactamente lo que tenemos que hacer, ocupar nuestro lugar, ser lo que hemos venido a ser y dar lo que hemos venido a dar, esta es nuestra misión de vida.
Por lo tanto, no tengas miedo de ser lo que realmente eres: “Un león no duda que es un león simplemente lo es”. Solo tienes que ser lo que eres, porque nuestra grandeza está en que todos somos únicos e irrepetibles y que por supuesto, merecemos ocupar nuestro lugar en este mundo.